En la noche de Halloween mi familia se reunía alrededor de una hoguera para contar historias. Mi abuelo nos contó la siguiente:

Uki era un niño introvertido que vivía en las afueras del bosque, tenía pocos amigos y pasaba los días viendo volar las mariposas. En el otoño le encantaba ver como caían las flores secas al suelo, un día apareció ante él un ser sutil de color azul claro. Conversaron durante varias horas hasta que uki quedó sumergido en un profundo sueño, en el cual vio una familia de guitarras con sus seis cuerdas que acompañaban sus días con hermosas melodías y ritmos mágicos. En la novena luna llena del año la mamá guitarra tuvo a un hijo un tanto diferente, este no era como sus demás hijos, tan sólo tenía 4 cuerdas, un cuerpo pequeñito y un mástil diminuto. Sus hermanos desde el primer día lo rechazaron, no podía hacer tantas cosas como ellos. Su madre al ver el rechazo le dio un poder que nadie más tenía. Lo llenó de una fuerza tan maravillosa de amor y romanticismo que a partir de ese día su pequeñín siempre estaba rodeado de muchas personas. Alrededor de una fogata, contaba las historias más hermosas que nadie había escuchado y su peculiar sonido encantaba hasta el más duro corazón, hacía brillar a las estrellas más pequeñas y el bosque entero despertaba las fragancias más exquisitas.  

Luego de varias horas uki despertó y a su lado pudo ver un ukelele, comenzó a estudiarlo, exploró todas sus sonoridades, acordes y ritmos, se volvió un experto y se dedicó a recorrer los pueblos vecinos cantando canción que traían protección y seguridad a todos los niños que escuchaban sus hermosas melodías.